INEGI 2021: la banda, norteña y su familia (grupera, sierreña, duranguense) concentran el 24% de la preferencia. Les siguen la romántica y la tropical. El pop global y el rock quedaron relegados; la música clásica, el blues o el jazz sobreviven como especies en peligro de extinción.

Esto no es casualidad. Es el resultado de décadas donde se premia lo fácil de consumir y lo barato de producir. Canciones que no exigen pensar, que repiten fórmulas y que acompañan la borrachera o el karaoke de domingo. La industria sigue la demanda, y la demanda es esto.

La brecha de género es igual de reveladora: ellas tiran más al pop, la romántica y lo tropical; ellos al rock, rap y metal. Pero ni un lado ni el otro está arrastrando a la música hacia un estándar más alto.

Que no se malinterprete: la banda y la música regional son parte del ADN cultural, sí… pero cuando ocupan la cima absoluta, desplazando a géneros que requieren mayor complejidad técnica, nos dice mucho del hambre cultural del país. Y no es hambre de conocimiento: es hambre de distracción.

Si escuchas 25 horas de música a la semana, pero el 80% de eso es lo mismo de siempre… no te quejes luego de que la música “ya no es como antes”. No es que no haya talento: es que no lo estás buscando.

¿Cuántos de aquí se atreven a poner en su top 3 algo que no sea regional, romántica o reggaetón?

Lo demás… es historia.