Paradójico, pero en Nezahualcóyotl, donde cada kilómetro cuadrado de superficie alberga en promedio 17,537 personas, casi no hay gente en las calles. La hay en las avenidas principales, afuera de las escuelas en los horarios de entrada y salida, en los tianguis, pero no precisamente en las calles. En el municipio más densamente poblado de México la gente tiene miedo.

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Neza arrastra estigmas que en poco menos de medio siglo le han dado una fama de zona violenta y marginal tan grande como su densidad de población. Aunque también es territorio de contrastes, donde estas, tradiciones y comercio rigen las pautas de una población que hace las cosas a su modo.

Quienes no viven ahí evitan el municipio ubicado al oriente de la Ciudad de México y muchos jóvenes nezahualcoyotlenses, los únicos que en su mayoría han nacido aquí de las tres generaciones de pobladores, solo quieren salir.

En el documental Q. R. R. (1969), Gustavo Alatriste y Arturo Ripstein mostraron una ciudad de cartón y lámina que crecía entre pantanos, no muy diferente de los primeros asentamientos que ganaban terreno al casi desecado lago de Texcoco, formados por campesinos del interior de la república en busca de una vida mejor, gente expulsada de las hacinadas vecindades de la capital del país y personas de bajos recursos engañadas por la publicidad falaz que enriqueció a fraccionadores con la venta y reventa de terrenos.

Aunque el paisaje urbano ha absorbido eso que solían llamar «Nezahual-polvo», en temporada seca, y «Nezahual-lodo», en la de lluvias, Neza enfrenta sus problemas y los fantasmas de un pasado en el que incluso la defensa de un cubo de agua era lo cotidiano. «Por eso tenemos fama de bravucones; cuando éramos niños tenías que ser bueno para tres cosas: jugar futbol, bailar y entrarle al ‘trompo’ (la pelea) – explica Germán Aréchiga, cronista oficial del municipio y uno de nuestros guías en esta zona -. No somos liosos, pero no nos dejamos».

El color gris domina la vista aérea. Parece una alfombra dividida por un trazo urbano de líneas rectas casi perfectas pero abigarrada por una sucesión de azoteas aparentemente interminable: en Nezahualcóyotl existen más de 303,000 viviendas en poco más de 63 kilómetros cuadrados de superficie; la mayoría da la idea de una construcción inacabada, con muros sin aplanar, fachadas sin pintar o varillas que destacan sobre los techos en espera de un nuevo piso que todavía no llega.